Las organizaciones inteligentes son aquellas que se adaptan mejor al contexto. Y el contexto cambiante actual donde la disrupción está al orden del día y la inteligencia artificial avanza a pasos exponenciales es complejo.
El capital de las empresas es el conjunto de conocimientos, habilidades y, sobre todo, actitudes de las personas que la conforman. Y en este sentido, de poco sirve un cambio de acciones ni de metodologías, si no se integran en el marco de un cambio efectivo de mentalidad de las personas de la organización. Un cambio que sea capaz de incidir y modificar el conjunto de creencias de la propia organización. De incidir en su propia cultura.
El cambio hacia la digitalización, acelerado por la situación actual de pandemia, requiere en muchas ocasiones de un acompañamiento del mindset de las personas y equipos que forman parte ya que la transformación digital implica un cambio mucho más allá de las maneras de hacer. Se trata de un cambio en las maneras de entender y observar aspectos clave del presente y futuro.
Aspectos como, por ejemplo, la importancia de generar y potenciar entornos de seguridad psicológica con liderazgos distribuidos basados, sobre todo, en la confianza y no en el miedo. Una confianza que sea capaz de generar un alto nivel de compromiso, no un miedo que genere control y desafección. Una confianza convencida del enfoque incremental del talento de las personas en base al ensayo-error. Una orientación a resultados que incorpore el error como forma útil de aprendizaje.
Aspectos también como el entender lo imprescindible que es la formación permanente para hacer frente y anticiparse a los cambios constantes.
Una organización es inteligente cuando confía en su futuro, aprende constantemente de sus errores y es capaz de moverse al ritmo de los cambios, viviéndolos de forma positiva, constructiva y creativa.